sábado, 14 de marzo de 2009

Juceca - Desde el alma

"Desde el alma"
(Cuento en tiempo de vals)

Hombre que peligró ser desalmado, Cantarolo Follaje.

Todo fue por culpa de un paro de espantapájaros que hizo el sindicato de espantadores de cotorras, que Cantarolo era dirigente y espantapájaros veterano, con años de oficio de quedarse parado entre los maizales, que fue lo que le trajo las várices en las venas y dos insolaciones por falta de sombrero en un enero que vino bravo y la patronal no daba.

Despedido sin despido, supo andar haciendo changas como gran matador de hormigas con el sistema martillo, que lleva tiempo pero es garantido, hasta que vino aquel año en que la hormiga entró a escasear porque se le descubrió una vitamina y se la exportaba en pie, y Cantarolo quedó en la miseria.

Mamado por invitaciones, una noche va y se topa con el mismo diablo.

Satanás había bajado (o subido) a refrescarse un poco, y andaba con un humor de los mil demonios, y Cantarolo le salió de atrás de un árbol mamau por unanimidá y le hizo “¡Huuuusch!”, y le pegó un julepe que el diablo quiso disparar y se pisó la cola y ahí quedó, entre los pastos tirado como una prenda perdida.

Cantarolo lo reconoció, por fotos, se refrescó ensegüidita y se disculpó y le dio una mano para que se parara.

Quedó de dedos chamuscados, porque el otro venía de la fragua y estaba ardiendo. Una cosa trajo a la otra, por ahí Cantarolo se acordó que el diablo solía comprar almas, y va y le ofrece la suya.

- Vea, Cantarolo – le dijo el diablo-, ya son tantos los que me han vendido el alma, que tengo los galpones repletos sin saber qué hacer con ellas. Como quien dice, no hay cotización.

- Yo tampoco sé que hacer con la que tengo – dijo Cantarolo en un desaliento -, pero si me hace la gauchada se la dejo a buen precio, como ser colita de cuadril por dos años con un flan de postre.

A Satanás le dio no sé qué negarse y cerró el trato.

Fueron dos años comiendo parejo, que Cantarolo era de los pocos que andaba con escarbadiente en la boca, y además lo usaba.

Pero a los dos años clavados, Mandinga lo fue a buscar al boliche El Resorte.

Entro de poncho y con la cola enroscada en una pata.

A la Duvija le llamó la atención aquel forastero. Tenía un algo, como un encanto y un peligro, pero lo que más le interesó fue el olor a azufre que traía. Y va y le habló:

- Disculpe, forastero, pero por un casual, ¿no tendrá una barrita de azufre pa’l dolor, que tengo todo duro acá?

Como le llovieron los pedidos, Satanás hizo tan buen negocio con el azufre, que agarró a Cantarolo en un aparte y le dijo que le perdonaba la deuda, pero eso sí, le suspendía el flan.

Por suerte, no escuchó cuando Cantarolo, emocionado, le dijo:

- Qué Dios se lo pague.

Julio César Castro. Del libro “Hay barrullo en El Resorte”

1 comentario:

  1. No crеia encontrar algo ɑsi en este blߋg pero
    estoy realmente satisfecɦo en estɑ ocasion

    Pɑra vver mas puede visitar Alber

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